miércoles, 7 de marzo de 2012

Relato. ROBERTO MARÍN


LA OBSESIÓN FATAL: LA LIMPIEZA


   Una mañana cualquiera; en la peor de las semanas, la de antes de Semana Santa; en el peor de los días, los lunes; en la peor de las horas, la última. Mi hermano Kevin; Ricardo, el peor de los listillos aunque, por otro lado, mi mejor amigo y yo nos escaqueamos durante la clase de Ciencias Naturales.


   Era un día muy soleado. Perfecto para dar una vuelta los tres juntos; ver chicas con sus minifaldas, hablando, chismorreando y poniendo verdes a sus mejores amigas… Justo lo que hicimos. Fuimos al parque de “Las Manos Blancas”, donde jugamos al fútbol y ligamos. Como otro día cualquiera…
   Cuando eran aproximadamente las seis y cuarto de la tarde, los tres fuimos a la casa de nuestro antiguo profesor de literatura, el señor Augusto, con quien quedábamos todas las semanas para que nos diese respuestas de los exámenes ya que, como él estaba jubilado, no le importaba dárnoslas. Siempre, claro está, con una condición: Teníamos que ayudarle a cuidar del jardín y a planchar sus viejos y roñosos pantalones.
   Esa tarde fuimos como otro día normal. Sólo había una diferencia: el señor Augusto no estaba en su casa. Entramos; vimos que tenía la televisión encendida y los calcetines ya doblados y con un trapito encima, no sé muy bien para qué. Miramos la hora, pero no era muy tarde. Habíamos llegado incluso cinco minutos antes.
-Tal vez haya salido-supuso Kevin.
-¿Y los calcetines ya doblados?-dijo Ricardo. Miró el jardín-¿Y el césped tan bien cortado?
-Aquí ha venido alguien y nos ha quitado las respuestas del examen de mañana-, pensé en alto.


   De pronto oímos un ruido. Provenía del sótano y suponíamos que sería el señor Augusto. Grité su nombre mientras bajábamos las ruidosas escaleras. ¡Qué raro!, también estaba llena de trapos. Por poco se cae Ricardo. Vimos a don Augusto atado, amordazado y con una bolsa de tela en la cabeza.
   Lo desatamos, y en ese preciso instante Ricardo desapareció. Gritaba, pero tenía la boca tapada. De pronto vimos un rostro que salía de entre las sombras. Era una chica de unos veinticinco años. ¡¡Era la nieta loca de don Augusto!! ¡¡¡Tenía a Ricardo!!! (Pese a que tenía una navaja en la mano, ella no estaba en el manicomio por psicópata asesina. Sólo tenía un “pequeño” problema con la limpieza. Era una obsesa de la limpieza, aunque no tocaría un cepillo ni aunque la apuntasen con una pistola en la cabeza).






-¿¡Qué narices te pasa!? ¿¡Por qué le haces esto a tu abuelo!?-pregunté aterrado.
-¡Porque me ha dicho que no podía más, que si colocaba un trapo más la cadera le mataría!-, dijo ella, con voz de salida de un psiquiátrico.
- ¿Y esos trapos para qué son?-preguntó Kevin.
-¡El polvo! ¡Mi peor enemigo! ¡¡Esos ácaros asesinos que te chupan la sangre, ¡¡aaajj!!
-Tranquila, tranquila… Nosotros acabaremos el trabajo- dijo Kevin.
-Eso, eso. Pero, por favor, suéltame- dijo histérico Ricardo.
   Comenzamos a limpiar y colocar los cubiertos. ¡Era horrible! Cada cosa que pisábamos o limpiábamos tenía que estar cubierta por trapos. Al fin, mientras que “la loca” no miraba, Kevin le propinó un escobazo en la pierna que la tiró al suelo. Ella comenzó a gritar como una energúmena:<<¡¡¡El polvo, los ácaros me atacan, aaaah!!!>> Yo le tapé la boca mientras que Ricardo y Kevin la ataban de pies y manos. Luego desatamos al señor Augusto y después devolvimos a su nieta al manicomio. Allí, la chica que estaba en recepción se asustó mucho al verla. << ¿Tan loca está? ¿Qué habrá hecho para que le tengan tanto miedo? >> (Me preguntaba yo). Eso nunca lo sabremos. En fin, espero no cruzármela nunca más.

   Unos años después…


2 comentarios:

  1. Me gusta mucho la historia, es muy cómica.
    Alicia Mora 2ºB

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    1. JAJAJA. Gracias pero esperaba dar también un poco de suspense. XD
      Roberto 2ºB

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