lunes, 12 de marzo de 2012

Relato. LAURA PÉREZ JARAIZ

Tormenta. Normalmente me relaja, cuando estoy en el sofá de mi casa, con una taza de chocolate caliente en la mano. Pero ahora no estoy en el sofá, ni siquiera estoy en casa. Estoy en un Airbus A380, volando de Boston hacia Alemania. Es un importante viaje de negocios, ya que beneficia mucho a mi empresa. Suelo ir tranquila en los viajes pero, esta vez, hay algo que me inquieta. Será la tormenta. Saco mi Sony Ericsson y decido llamar a mi madre para tranquilizarla de que estoy bien, porque antes de que yo montase en el avión, ella también tenía un mal presentimiento.



-        ¿Seguro que todo va bien? – noto el nerviosismo de mi madre por el teléfono – Sí, mamá, no pasa nada.
Mientras hablo con ella, de repente, se va la luz. Casi todo el avión grita y yo apago rápidamente el móvil; no quiero que mi madre se ponga más histérica. Aunque yo también estoy muy nerviosa. El piloto dice que, debido a los relámpagos de la tormenta, se ha sobrecargado el generador de la luz, que nos tranquilicemos. Nadie sigue sus instrucciones. La señora que tengo al lado, una mujer huesuda, de unos sesenta años, pelo gris y aspecto enfermizo tiembla a más no poder, está al borde del colapso. Empiezan las turbulencias. Las azafatas tienen grandes dificultades para mantenerse de pie y los vasos, revistas y equipajes de mano empiezan a caer al suelo. Una mochila verde me da en la cabeza, pero no es lo suficientemente grande como para dejarme inconsciente. Las turbulencias son enormes, el avión se tambalea como un péndulo gigantesco. Se oyen truenos fuera del avión que se mezclan con los gritos y llantos de la gente. Un rayo pasa peligrosamente cerca. Veo a la gente ponerse el chaleco salvavidas y yo hago lo mismo. La confusión y el miedo invaden la nave sin que nadie pueda impedirlo, ni siquiera el piloto, que balbucea unas palabras que cree tranquilizadoras. Un trueno muy violento hace callar a la gente por un momento. Era el relámpago definitivo. El avión empieza a caer. Los pilotos han perdido el control y todos nos aferramos a los asientos. Estamos sobrevolando tierra, sí, pero no me tranquiliza porque será mortal. La mujer que hay a mi lado ha perdido el conocimiento y muchas personas sufren ataques de ansiedad.  Deben quedar muy pocos metros para llegar al suelo, porque caemos a una velocidad terrible. Mi último pensamiento es para mi madre. No soportará la noticia. He tenido un grave accidente de avión.

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